dijous, 5 de novembre del 2015

"Ne travaillez jamais"

Cada vegada que escric treball, els correctors d’aquest diari canvien la paraula i hi posen feina. He de dir, honestament, que és gairebé l’única paraula que em toquen. I que segur que tenen raó quan ho fan... Només cal recordar l’advertència del diccionari Coromines: “És un greu crim de lesa catalanitat usar-lo [el mot treball ] en lloc de feina ”. Però més enllà de les disputes filològiques, hi ha una frase que no em puc estar de comentar, encaixi o no en el bon ús dels termes: “Tinc tanta feina que no tinc temps de treballar”.
Quantes vegades no ho hem sentit dins nostre? Si no hagués de treballar, és a dir, de guanyar-me la vida fent una activitat inútil que només m’assegura subsistir per seguir fent aquesta mateixa activitat inútil, quantes coses podria fer! Aquest és el drama que allunya la feina del treball i la vida de la vida laboral. És a dir, l’operació que captura en l’obtenció del salari (si és que encara se’n pot dir així) tota l’activitat que una vida té per desplegar. ¿Ens ho imaginem per un moment? I no cal imaginar, només, viatges i situacions estrambòtiques. Tindríem temps per aprendre tot allò que no hem pogut descobrir encara, temps per cuidar, temps per estar amb la gent que mereix la nostra atenció, temps per fer les gestions dels avis, amics o veïns que no saben fer-les, temps per escoltar, temps per callar, temps per refer-nos de les nostres tristors o malalties, temps per cuinar, temps per lluitar, temps per educar, temps per estimar. Però tots treballem, i massa, o busquem feina i no tenim esma per a res més. La vida és vida laboral, tinguem feina o no.
Contra la laboralització de la vida, moviments teòrics i pràctics com l’economia feminista i el decreixement plantegen avui els límits d’una vida vivible. Contra els moviments que havien fet de la integració de tots, homes, dones i nens, en el règim laboral la base dels drets socials i ciutadans, el desafiament és avui pensar i fer possible una vida deslaboritzada (cada cop complico més la feina dels correctors), és a dir, alliberada del règim del treball. Aquests moviments connecten i actualitzen amb la gran onada de refús del treball que va caracteritzar les joventuts europees dels anys 60 i 70 del segle passat. “ Ne travaillez jamais ”, pintaven els francesos a les parets. I arreu d’Europa, també aquí, els joves van abandonar les fàbriques. Ara desitjaríem que hi tornin a entrar, si és que algun inversor estranger n’obre alguna. No caiguem en la temptació. Tenim massa coses a fer, a crear, a produir, a inventar, a compartir i a viure. Els joves ho saben, i per això fan veure que no volen fer res. Ni... ni... El que no volen és acabar buits com els seus pares. Ajudem-los, ajudem-nos. Hi ha molta feina a fer.

Marina Garcés, El treball i la feina, Ara 10/10/2015

dilluns, 12 d’octubre del 2015

Las palabras hieren


Mary Beard se ha convertido en una luchadora contra un sistema ante el que nos sentimos desarmadas


ELVIRA LINDO 10 OCT 2015 

La profesora y presentadora de televisión Mary Beard. 

El caso de Mary Beard es paradigmático. Lo seguí hace un año, cuando varios medios, The New Yorker, The Guardian o la BBC se hicieron eco de una conferencia que esta prestigiosa investigadora del mundo clásico, profesora de Cambridge, colaboradora del TLS e infatigable divulgadora de la vida en la Antigua Roma, impartió en el British Museum. Tenía por título Oh Do Shut Up Dear (Venga, cállate, querida) y en ella la autora hacía un prolijo recorrido a través de la historia de cómo los hombres han tratado de callar la voz de las mujeres. De la Odisea a su propia experiencia, porque Mary Beard, una señora de 60 años que lleva casi toda su vida estudiando detalles sorprendentes sobre las sociedades antiguas, se convirtió de pronto en una celebridad televisiva a través de Meet the Romans, un programa divulgativo que le enseñó con sangre cómo nuestra naturaleza no es menos agresiva que la de aquellos viejos imperios que hoy tenemos por más crueles. Su programa provocó un aluvión de críticas insoportable. Lo extraordinario es que esas críticas no se referían al contenido en sí sino a su aspecto físico. Nuestra profesora tiene un aire no diferente al de muchas eruditas entregadas desde su tierna juventud a los asuntos intelectuales: luce una alocada melena blanca, sus dientes son llamativos por su irregularidad, se permite detalles excéntricos en el calzado o las gafas, y, lo que ha resultado más indignante para algunos, muestra un impactante aplomo en su lenguaje corporal. A ella le importa un pimiento no ser bella, pero no así a algunos críticos televisivos que, ignorando las enseñanzas que generosamente pretende difundir, se dedicaron desde el principio a describir la vestimenta poco cool de la sabia dama. Con más crudeza aún se refirió a ella la jauría tuitera, en donde los comentarios sobre su supuesta fealdad abundaron.
 “Puta apestosa. Seguro que tu vagina da asco”. Este fue uno de los interesantes tuits que la señora Beard cosechó. Lo curioso es que haciendo caso omiso de esa ley no escrita que aconseja a los personajes públicos no mirar lo que de ellos se dice en las redes, esta mujer, que se había educado en el feminismo activo de los setenta, se puso manos a la obra y decidió plantar cara a sus detractores. Alguien la ayudó a localizar al autor de tan hiriente mensaje: era un estudiante, tenía 20 añitos. Beard llamó a su madre y habló con ella. También habló con el autor de una web que colgó una foto de la investigadora con una vagina sobreimpresa en su cara. Charló con ellos y con otros tantos y publicó en su blog la crónica de estas conversaciones que, finalmente, conformaron la interesantísima pieza que leyó en el Museo Británico sobre el silencio impuesto a las mujeres en cuanto tratan de frecuentar territorios tradicionalmente masculinos.
De pronto, esta mujer hiperactiva, brillante, vehemente, se convirtió en una luchadora contra un sistema ante el que las demás nos sentimos desarmadas. El día en que una eminencia de Cambridge llamó al estudiante que la calificó de puta y habló con él y con su madre es para mí tan histórico como esos chistes de romanos, al estilo Monty Python, sobre los que la historiadora ha escrito algún jugoso ensayo. El agresivo tuitero se disculpó de corazón. Su grosería se volvió contra él porque a raíz de que Beard la hiciera pública si se introduce el nombre del estudiante en Google aparece el inolvidable insulto. Una mancha en el currículo. Ella, siempre sorprendente, ha reclamado el perdón para quien aun ofendiéndola tan crudamente mostró arrepentimiento: esas palabras, aun siendo intolerables, no pueden arruinar una vida.
Beard se ha convertido en una figura emblemática para muchas mujeres. La joven poeta Megan Beech escribió un poema, When I Grow Up I want to be Mary B. (Cuando crezca quiero ser Mary B.), que ustedes pueden encontrar recitado por su autora en YouTube. Y es que cuando algunas creían que el feminismo activo estaba muerto encontramos que hay muchos motivos para resucitarlo.
Mary B. se miró al espejo e hizo recuento de todos aquellos insultos que estaba recibiendo, “fea, gorda, vieja, puta, maloliente, desagradable, mal vestida, mal follada, machorra…”. Duelen, ¿verdad? Se podría escribir un ensayo sobre las mil maneras de ofender a una mujer. Pero una vez que nuestra heroína afrontó la dureza de los insultos comenzó a relacionarlos con una tradición que viene de antiguo: no se trata de lo que una mujer diga, sino de que hable. Y entonces decidió investigar sobre la naturaleza de quien insulta. ¿Qué pensaría usted de su marido, de su hijo, de su hermano o de su mejor amigo si se enterara de que es autor de tan repugnante prosa? Yo me sentiría desazonada. Y pasaría a explicarle lo que no aprendió de niño: que las palabras hieren.

dimarts, 14 de juliol del 2015

Filosofia de Plató

22 FEBRERO, 2012

“Google contratará a más de 4.000 humanistas en los próximos años”

POR MARCUS HURST ( @MARCUSHURST )





L

as humanidades en el siglo 21 están desprestigiadas. El pensamiento excesivamente racional apela a la necesidad de poner nuestros recursos en carreras ‘útiles’ como la ingeniería, medicina o empresariales. El cliché reduccionista de que si estudias estas materias acabarás siendo un profesor de secundaria (sin menospreciar esta noble profesión) o engordando las listas del paro se escucha en muchos hogares. Juan Luis Suárez, catedrático de la universidad deWestern Ontario, reclamó anoche en una conferencia en Media Lab Prado una reevaluación profunda de lo que significan las humanidades en este siglo. El futuro, aunque cueste verlo, es esperanzador.



Suárez no está solo en su optimismo. Ya hay empresas punteras que están encontrando valor en especialistas en filosofía, historia y literatura. “Recientemente, el vicepresidente de Google anunció que contratará a más de 4.000 personas doctoradas en humanidades en los próximos años”, anunció.

¿Qué es lo que encuentra esta compañía en las humanidades que no están viendo los demás? “Se han dado cuenta de que no pueden poner todo su esfuerzo exclusivamente en los ingenieros. Necesitan la parte social. Necesitan estudiar la empatía, la emoción y la cultura en un mundo más global”.

Pero el reclamo no es solo encontrar un trabajo en una gran empresa. También hay oportunidades para emprender y participar en proyectos que tienen impacto sobre el mundo. “El lector digital de Amazon debería haber surgido de una startup de humanistas”.

Antes de que ocurra este cambio, Suárez piensa que hace falta ser autocríticos con los académicos. “No hemos sabido transmitir nuestro valor para la sociedad en los años recientes. Hemos vivido en una torre de marfil con un exceso de teoría y poca búsqueda de la utilidad”.

El nuevo perfil de humanista tiene que tener más conocimientos de programación, estar más dispuesto a colaborar y experimentar con herramientas digitales. Ser capaz de trabajar con datos. Tener habilidades para recabar información cultural y saber hilarlos. “Tenemos que ser flexibles. No has llegado a los 30 ¿y no eres capaz de aprender un poco de python?”, afirmó en referencia a la necesidad de alfabetización digital en este sector.

En la búsqueda de esta nueva concepción de las artes, The Age of Big Data, de Chris Anderson, ha sido una gran ayuda para impulsar esta visión. “Fue una llamada de atención. Nos impactó el mensaje de que había llegado la época de los datos. Da igual tus teorías porque las preguntas surgen del análisis de datos. A partir de allí se elaboran. Antes, las grandes conclusiones se basaban en datos muy pequeños”.

Dejando de lado la teoría, Suárez enseñó ejemplos concretos de cómo debe trabajar el humanista del siglo 21:

En Nueva York se han digitalizado 40.000 menús del siglo 18 al 21. ¿Te imaginas el valor que eso puede tener para los chefs de la ciudad? Revela hábitos históricos, la influencia de la inmigración sobre la comida, información histórica accesible desde una enorme base de datos.

“Biólogos marinos pueden saber qué veranos tuvieron muchas ostras y cuáles no. Un escritor puede averiguar lo que sus personajes comían en un restaurante típico de Nueva York en 1942. El chef Rich Torrisi dijo en un artículo, en The Globe and Mail, que este proyecto ha sido la principal inspiración para crear su nuevo restaurante”.

Suárez, por su parte, participa en un proyecto que está digitalizando toda lainformación sobre el barroco español. En algunas visualizaciones mostradas en su ponencia se pudo apreciar, por ejemplo, cómo la independencia de los países sudamericanos influyó en la creación de obras de arte en el siglo 18. “Se pasó de hacer mayoritariamente vírgenes a retratos de personas civiles. A través de los retratos se articuló la creación de la nueva sociedad civil”.

Detrás de esta iniciativa hay un esfuerzo de las instituciones canadienses para financiar este tipo de proyectos. “Saben que la diplomacia se puede hacer también a través de la cultura”.

¿Cómo se forma este nuevo perfil de humanista?

En la universidad de Western Ontario, el catedrático ha puesto en marcha un programapara formar a este nuevo perfil de humanista. En él, enseña nociones básicas de programación, emprendimiento digital y crítica práctica. “Estos cursos son perfectamente compatibles con cualquier tipo de carrera”.

“En vez de pedirles un ensayo, les digo que armen una base de datos o que hagan un trabajo multimedia”.

En la misma facultad han elaborado varios proyectos que dan un ejemplo sobre los aspectos que deben tratar los interesados en este campo. Algunos de ellos son:

Sylva Project, un sistema de base da datos para humanistas.

Yutzu, una herramienta de coleccción de materiales para la creación de paquetes multimedia.

El cambio ya se está produciendo. Los humanistas resistentes a ello no podrán mantenerse mucho más tiempo en su torre de marfil. Si no actúan, llegarán otros perfiles que tomarán su lugar. “Si ves la lista de firmantes en Culturomics, un proyecto que analiza las similitudes semánticas entre millones de libros digitalizados, solo uno de los participantes, el linguista Steven Pinker, es humanista. El proyecto está dominado por matemáticos y científicos”.

divendres, 5 de juny del 2015

Passió per les mentides




"Lo que me preocupa no es que me hayas mentido, sino que de ahora en adelante ya no podré creer en ti." Nietzsche




1. Dios

Ningún otro negociado ha sabido evolucionar para adaptarse de forma tan hábil al signo de los tiempos como el del miedo. Y eso lo sabe mejor que nadie la religión, el único instrumento de control social (dicho sea sin ánimo peyorativo) cimentado en el miedo a la muerte. No en vano se considera que las primeras manifestaciones religiosas de la historia son los entierros ceremoniales prehistóricos.

La idea de lo divino ha evolucionado desde el paganismo primitivo hasta el monoteísmo de las tres grandes confesiones modernas pasando por el politeísmo de las antiguas religiones griega, romana, egipcia, celta y nórdica, por el henoteísmo y por ramificaciones exóticas como el vudú y el animismo. No es una evolución menor. Y eso sin entrar en las diferentes concepciones de dios. Como explica Karen Armstrong en Una historia de dios, el dios de los patriarcas no es el mismo que el de los profetas, el de los filósofos, el de los místicos o el de los deístas del siglo XVII.

La característica clave de lo divino, aquello que hace que una determinada deidad triunfe y sobreviva a otros dioses rivales, no es su potencial místico, sino su utilidad. Cuando un determinado concepto de dios deja de ser útil es sustituido por otro más adecuado a la sensibilidad y las necesidades de su época. Algunos filósofos de la religión sostienen que el ateísmo moderno no es más que una fase de crisis típica de la transición desde un dios obsoleto (el de las tres religiones monoteístas) hasta un nuevo concepto de dios. Según esta teoría, los ateos volverán al redil cuando florezca una nueva idea de dios mejor que la actual. La espiritualidad, según esta teoría, no sería más que el estado por defecto del ser humano y el ateísmo, apenas una crisis de confianza transitoria provocada por la deficiente calidad del producto.

Desde un punto de vista más terrenal, la religión puede leerse como una forma primitiva de ordenamiento jurídico que pretende imponer el respeto a determinadas normas sociales que se consideran beneficiosas para la comunidad. En el peor de los casos, es la herramienta que utilizan determinadas elites para imponer sus dogmas de fe sin pasar por los filtros de los ordenamientos jurídicos modernos por los que una norma pasa a ser de obligatorio cumplimiento para toda la comunidad.

Desde el punto de vista de la biología, la pervivencia de la religión solo puede explicarse suponiendo que esta responde a una necesidad humana concreta. Ya sea la de apaciguar nuestros temores a la muerte, ya sea la de dar explicación a determinados fenómenos que no pueden ser descifrados por la ciencia de la época, ya sea la de promover la unidad de la comunidad frente a los enemigos externos. Enemigos que no tienen por qué ser otros seres humanos, sino también ideas o costumbres que se consideran ajenas, dañinas o corruptas.

Las mencionadas en el párrafo anterior son tres razones poderosas y probablemente ciertas, aunque solo aclaran parte del misterio. Como explica Daniel Dennett en Romper el hechizo, la explicación final debe de tener más capas. ¿Por qué de entre todas las ideas consoladoras frente a la muerte acabó triunfando la de la religión? ¿Cómo y con qué fin nació la primera creencia religiosa? ¿Y su primer dogma? ¿Fue obra de un solo hombre o de varios? ¿Fue la evolución sofisticada de un rito neurótico compulsivo repetido hasta la saciedad por un miembro influyente de la comunidad? ¿Es la religión algo más que una forma especialmente compleja de superstición? ¿Es algo más que un meme singularmente activo?

De todas las ideas falsas que rodean a la religión, y aquí recurro de nuevo a Dennett, una de las mayores es la de que esta ha acompañado siempre al ser humano. El protestantismo no tiene ni siquiera 500 años de vida. El islam tiene 1500. El cristianismo, 2000. El judaísmo apenas llega a los 4000. La mayoría de las religiones o supersticiones minoritarias ni siquiera alcanzan unas pocas décadas de vida para luego desaparecer sin dejar rastro. En comparación, la escritura tiene 5000 años de antigüedad, la agricultura 10.000 y el lenguaje como mínimo 40.000, aunque es posible que la cifra real se sitúe en algún punto entre los 400.000 y los 800.000 años. Si ampliamos la definición de religión hasta el campo semántico del término superstición o sentimiento religioso, entonces es probable que encontremos algo parecido a la religión bastante antes de que aparecieran los primeros sistemas complejos de creencias.

La evolución de la idea de dios es la de las sociedades que la acogen. El dios del Éxodo es una divinidad tribal, feroz, que no se preocupa por nadie más que por sus propios acólitos. Un concepto de lo divino muy alejado de ese dios panorámico y bondadoso del cristianismo moderno que considera a todos los seres humanos como merecedores por igual de su afecto. Como explica Karen Armstrong, los primeros hebreos no fueron todo lo monoteístas que parece deducirse de una lectura superficial de la Torá. De hecho, es bastante probable que los tres patriarcas de Israel (Abraham, Isaac y Jacob) ni siquiera creyeran en el mismo dios. Muy posiblemente su atención se dividía entre los dioses Marduk, Baal y Anant. De ahí que Yahveh, que no era en un primer momento más que el dios principal en una multitudinaria asamblea de dioses menores, parezca ciclotímico en la Torá: a veces es compasivo, a veces cruel, a veces caprichoso, a veces amoroso, a veces vengativo y a veces justo. Eso se debe a que no se trata del mismo dios en todos los casos. La personalidad del dios de la Torá (el Pentateuco para los cristianos) no es más que el resultado de la fusión de las características de otros dioses menores a los que este absorbe para pasar del henoteísmo al monolatrismo y de ahí al monoteísmo final. El dios único y verdadero del Tanaj (la Biblia hebrea) y de la Biblia cristiana no es más que el producto destilado de varios de los dioses del politeísmo primigenio.

La historia real es esta: cuando ese politeísmo primitivo y su creciente panteón inacabable de dioses amenazaron con atomizar y diluir la cohesión del grupo, surgió una nueva forma de deidad altamente evolucionada. Un dios omnipotente e intervencionista que castigaba a aquellas de sus criaturas que osaban dudar de su existencia. Y no ya de su existencia, sino de la extensa lista de dogmas y de fetichismos que se derivaban de ella. Como el de no comer cerdo, por ejemplo, un tabú que nació en la primitiva Judea y que durante siglos fue uno de los dos rasgos distintivos de los judíos (el otro era la circuncisión). El hecho de que muchos siglos después los musulmanes adoptaran como propio este tabú exclusivamente judío solo demuestra lo cómicamente paradójico de algunos dogmas religiosos. Tan cómicamente paradójico como para que, como explica Christopher Hitchens en Dios no es bueno, el libro Rebelión en la granja de George Orwell continúe vetado a muchos escolares musulmanes por la apabullante razón de que sus protagonistas… son cerdos.

Con el tiempo, la idea de un dios despiadado capaz de masacrar a su rebaño con tormentos sanguinarios de todo tipo se demostró inviable en sociedades mínimamente sofisticadas. La oferta de dioses continuaba siendo amplia, el politeísmo primigenio recobraba fuerza en forma de paganismo y en Roma se perfeccionaba el germen de lo que con el tiempo sería el derecho moderno. Allí donde hay derecho no es necesaria religión porque el orden social está garantizado por las leyes del hombre y no por un dios caprichoso. ¿Por qué escoger un dios irascible pudiendo optar por algún sucedáneo de Baco, un dios borracho, follador y despreocupado que no exige nada a sus seguidores y cuya filosofía de vida es el muerto al hoyo y el vivo al bollo? Así se perfeccionó y consolidó la idea del dios del Nuevo Testamento, un demiurgo cariñoso, comprensivo y ecuánime capaz de sacrificar a su propio hijo para salvar a la humanidad de sus pecados. Pura adaptación al medio.

La mentira era en el fondo la misma, pero su carrocería había pasado por el departamento de chapa y pintura para acomodarse a la nueva realidad: la de un mundo antropocéntrico en el que la medida de todas las cosas y el garante del orden social ya no era dios, sino el hombre y su muy terrenal orden jurídico. El apaño fue temporal. La llegada de la Edad Media devolvió al primer plano de la actualidad a un dios celoso y ávido de pleitesía. Que el fin de la Edad Media coincida en el tiempo no solo con la caída de Constantinopla sino también con la invención de la imprenta no es precisamente una casualidad.

Pero el dios del Viejo Testamento no había desaparecido del mapa: tan solo había aprendido a desviar el punto de mira de su cólera. A partir del siglo XV los dogmas de la religión no castigaron tanto la carne de los creyentes como su cerebro. Consolidada la victoria del dios único sobre sus innumerables competidores, los enemigos pasaron a ser la independencia intelectual, el libre albedrío y la responsabilidad individual. “La razón es la ramera del diablo, que no sabe hacer más que calumniar y perjudicar cualquier cosa que Dios diga o haga” (Martín Lutero).

Y en ese preciso instante, coincidiendo con el inicio de la batalla contra la razón, se plantó la semilla de los redentorismos modernos.

2. El redentorismo

Dos de los tres dioses de las religiones monoteístas mayoritarias han sufrido una mutación radical hasta llegar a sus formas modernas. El dios hiperintelectualizado del judaísmo contemporáneo no tiene nada que ver con el dios tribal de la Torá. El dios cristiano de la Biblia ha acabado combinando el palo de sus dogmas milenarios con la zanahoria de una espiritualidad lánguida y relajada más propia de las supersticiones orientales. El dios expansionista del islam, en cambio, sigue siendo básicamente el mismo que el del siglo VII d.C. Si alguien quiere la prueba definitiva de que las religiones no son la palabra de dios sino apenas el reflejo de las sociedades que las acogen, ahí tiene la prueba definitiva.

Pero el protagonista de este segundo punto no es la religión sino la espiritualidad. Una espiritualidad que también ha evolucionado a lo largo de los siglos. Como dijo G.K. Chesterton, “desde que los hombres han dejado de creer en dios no es que no crean en nada, es que se lo creen todo”. O lo que es lo mismo: que los ciudadanos del Primer Mundo hayan abandonado masivamente la religión no quiere decir que hayan abandonado su pasión por las explicaciones simplistas a problemas complejos. Es decir por la mentira.

Porque dios no ha sido reemplazado en las sociedades occidentales por el racionalismo sino por una forma liviana de espiritualidad: las ideologías redentoristas. Y digo liviana porque los redentorismos actuales, a diferencia de los viejos dioses, no exigen de sus acólitos nada más que declaraciones de amor vacío, fe incondicional en sus dogmas y un perfil de Facebook o de Twitter en el que linchar virtualmente a los herejes del momento. Son el hembrismo, las seudociencias, el relativismo, el igualitarismo… “Los redentoristas son apóstoles de fe robusta, esperanza alegre, ardiente caridad”. Gente estremecida por su propia bondad. Los profetas del siglo XXI.

Como los profetas de la antigüedad, los redentoristas de hoy en día aspiran a puentear el ordenamiento jurídico para imponer sus convicciones al resto de los ciudadanos. Y como los profetas de la antigüedad, los redentoristas de hoy en día pretenden conseguir sus fines amenazando con apocalípticas lluvias de fuego y sangre. Es decir con algún tipo de violencia sobre aquellos que no comulgan con sus creencias. Juicios populares, discriminaciones positivas, cuotas para ellos y sus protegidos, prohibiciones de todo tipo, confiscaciones de rentas ajenas, privilegios legales para determinados colectivos seleccionados por la pureza de su fe o por su innata bondad, ingeniería social practicada en los hijos del prójimo…

Todos los redentorismos contemporáneos comparten tres características.

La primera es su rechazo de la racionalidad en beneficio de la emotividad. Una emotividad que parte en la mayoría de las ocasiones de una media verdad que se retuerce hasta adoptar una forma grotesca y caricaturesca cuyo parecido con la realidad es pura coincidencia.

La segunda es la amenaza latente de la pérdida de un supuesto estado de pureza original, ya sea este el equilibrio interior, la armonía natural del planeta Tierra o la igualdad (de llegada) de todos los seres humanos.

La tercera es el hecho de que la falacia original en la que basan sus dogmas es una forma particularmente primitiva de mentira: la que defiende la existencia de algo que no existe. Es decir un tipo de mentira que exige de sus creyentes grandes dosis de fe y el rechazo casi instintivo de cualquier rama de la ciencia capaz de demostrar la falsedad de sus afirmaciones. Particularmente odiadas por los talibanes de la nueva espiritualidad son la neurociencia y la psicología evolutiva. De ahí ese típico argumento redentorista que dice que la cienciatambién es una religión. Por supuesto que no lo es.

Tomemos un dogma de fe moderno cualquiera. La discriminación de la mujer en el mercado de trabajo (de las sociedades democráticas occidentales). El diario El País titulaba así el pasado jueves siete de marzo una de sus noticias: “La mujer, hacia la precariedad”. Los hombres por lo visto disfrutan de pleno empleo. La realidad que se retuerce para llegar hasta esa conclusión es la llamada brecha salarial. Según la Comisión Europea, la brecha salarial entre hombres y mujeres es del 16,2% en la Unión Europea. La cifra confirma una tendencia ligeramente a la baja con respecto a años anteriores (17%), lo que según Bruselas se explica no tanto por el fin de las actitudes machistas sino por el desplome de sectores productivos tradicionalmente masculinos como el de la construcción. Y eso a pesar de que la discriminación salarial por motivo de sexo está tipificada como delito en todos los países europeos. El mismo Ayuntamiento de Madrid fue condenado en 2009 por el Tribunal Superior de Justicia de Madrid a pagar 58.000 euros a una trabajadora por haberle pagado un salario menor que el que recibía un compañero que realizaba sus mismas tareas.

Por supuesto, la brecha salarial existe. Como existen también los casos puntuales de discriminación salarial. ¿Pero es eso la prueba definitiva de la existencia de una conspiración masiva del patriarcado internacional para discriminar a las mujeres y relegarlas a la cocina?

El dogma de la discriminación machista cumple los tres requisitos antes mencionados. Busca la emotividad porque disfraza un delito perfectamente tipificado por el ordenamiento jurídico con los ropajes de la mítica lucha del débil contra el poderoso. Amenaza con la pérdida de un hipotético edén de la igualdad genética primigenia que, se supone, debería conducir a hombres y mujeres a desear exactamente los mismos trabajos, a implicarse con exactamente la misma intensidad en ellos y a compartir de forma milimétrica las mismas motivaciones vitales. Y se basa en una mentira que defiende la existencia de algo que no existe: un hipotético empresario que, aun sabiendo que el riesgo de acabar siendo condenado por ello es muy alto, decide pagarle a una mujer un salario inferior al del resto de trabajadores varones de su empresa. Y ello a cambio de un pequeño ahorro del 16% y de la satisfacción machista de haber discriminado a una mujer a la que acaba de contratar (¿por qué?) y con la que no comparte el más mínimo vínculo emotivo. Una segunda versión del hombre de paja machista es la del empresario que, ante la duda de si contratar a un hombre o a una mujer para un determinado puesto de trabajo, decide contratar al hombre a pesar de a) estar menos cualificado para el puesto que su oponente femenina y b) cobrar un salario un 16% mayor que esta.

La realidad, por supuesto, es algo más compleja. Hace un par de años entrevisté a la psicóloga canadiense Susan Pinker con ocasión de la publicación en España de su libro La paradoja sexual. Lo primero que le pregunté fue si sería correcto decir que los hombres luchan por el dinero y las mujeres por la autoestima y la satisfacción en sus puestos de trabajo. Esto es lo que contestó:

Sería más correcto decir que bastantes más hombres que mujeres priorizan el estatus, la remuneración y las oportunidades de progreso. Yo diría que el porcentaje es más o menos de un 75% para los hombres por un 25% para las mujeres. Y sería correcto decir que muchos más hombres que mujeres se concentran exclusivamente en la consecución de esos objetivos. En cambio, más mujeres que hombres tienen objetivos múltiples en sus vidas y, por lo tanto, nociones más variadas de lo que es el éxito.

En encuestas realizadas a un número significativo de sujetos, la flexibilidad, la autonomía y el hecho de trabajar con personas a las que respetan, en un trabajo en el que ellas sientan que pueden marcar la diferencia, eran las prioridades profesionales señaladas por un 85% de las mujeres, y especialmente por aquellas con una carrera universitaria. Para la mayoría de las mujeres, los horarios flexibles y un trabajo que las realice (frecuentemente con objetivos humanitarios o sociales) superan el estatus y el dinero. Más mujeres que hombres están dispuestas a negociar sus salarios con el objetivo de conseguir otros fines: tener tiempo para la familia, los amigos y las actividades culturales o comunitarias. De nuevo, un 75%-25% sería una estimación conservadora del porcentaje de mujeres entre las personas que priorizan la flexibilidad, la autonomía y la realización profesional en detrimento de nociones más tradicionales del éxito, como la que lo asocia a un estatus alto y a los ingresos más elevados posibles.

También le pregunté el porqué de que los trabajos típicamente femeninos estén en general peor pagados que los típicamente masculinos. Y esto es lo que contestó:

Es difícil de determinar, pero es probable que se deba a que tradicionalmente nuestra sociedad ha valorado más las carreras orientadas a las “cosas y los sistemas” que las orientadas a los “procesos humanos”, donde los resultados son más difíciles de medir y donde predominan las mujeres. Hay dos tendencias: a infravalorar los terrenos donde las mujeres muestran su fortaleza, y a sobrevalorar aquellos en los que los hombres han demostrado mayor interés, como la física, la ingeniería y la programación informática. Tal y como explico en la introducción del libro, si algo está dominado por los hombres, la gente, y muy especialmente las feministas de la línea dura, lo valora más. Y esa es la razón de que se empuje a las mujeres a escoger carreras técnicas, como la programación informática.

Pero también se produce el fenómeno de que las profesiones que empiezan a atraer a las mujeres, como la medicina, han empezado a perder valor en nuestra cultura. Es la ‘conversión al rosa’ de muchas áreas profesionales, y se debe probablemente a una amplia variedad de factores. Lo que me lleva al siguiente punto: la gente que trabaja en el sector público y que contribuye al bienestar general gana menos que la gente que trabaja en el sector privado. Esto siempre ha sido así, y seguirá siendo así, incluso después de esta crisis. Muchas mujeres cambian un salario hipotéticamente mayor en el sector privado por la estabilidad, los horarios razonables, las vacaciones y la posibilidad de ayudar a sus comunidades que les ofrece el sector público. La gente no se dedica a la enfermería o a la enseñanza porque quieran hacerse millonarios, sino porque eso les permite ayudar a la gente. La mayoría de las mujeres europeas y norteamericanas dicen que esa es una de sus prioridades.

La idea de que los trabajos típicamente masculinos son mejores que los femeninos porque están mejor pagados o porque conllevan una mayor responsabilidad responde a una idea masculina de lo mejor. Un estereotipo que las hembristas ayudan a perpetuar cuando centran sus esfuerzos en conseguir que las mujeres accedan a esos trabajos cuando quizá el parámetro de la satisfacción profesional y personal de estas no pasa tanto por un sueldo estratosférico o por la competitividad extrema (típica de los juegos de suma cero como el de la bolsa) como por la flexibilidad o la posibilidad de disponer de más tiempo libre para actividades culturales o sociales, entre otros muchos factores.

Pero el relato fría y desapasionadamente científico de Susan Pinker no tiene ni la más mínima posibilidad de victoria frente a una fábula ingenua que describe la épica lucha del bien (las desvalidas mujeres) frente al mal (la falocracia machista). Que las posibilidades de victoria sean nulas no se debe sin embargo al mayor potencial comercial de la fábula frente a la realidad, sino a que la primera elude hábilmente ese pequeño pero molesto detalle que la segunda no puede evitar de ninguna de las maneras: el de la responsabilidad personal. El libre albedrío del que hablaba en el punto 1.

Y es ahí donde el hembrismo enlaza con las religiones monoteístas y con el resto de ideologías redentoristas. El atractivo de todas esas mentiras reside en su habilidad para descargar en un tercero todo el peso de la responsabilidad sobre nuestras vidas: dios, la sociedad, el capitalismo, el machismo, las multinacionales, el desarrollo tecnológico, los alimentos modificados genéticamente, las antenas de telefonía, la medicina occidental… El redentorismo moderno no es más que una forma especialmente naif de infantilismo, una retorcida forma de sumisión voluntaria a un enemigo imaginario externo y de elusión de las responsabilidades personales: yo no he sido, nadie me ha visto, no puedes probarlo.

3. Europa

El día que escribo esto la Unión Europea ha multado a Microsoft por supuestas prácticas monopolísticas. Esas prácticas monopolísticas consisten en la negativa de Microsoft a facilitar la instalación de navegadores de la competencia en su sistema operativo Windows. Multados por negarse al suicidio. Un suicidio que, por cierto, Microsoft se había comprometido de forma absurda a llevar a cabo en una negociación a puerta cerrada con la UE. Pero que el árbol no oculte el bosque: la ruptura del compromiso por parte de Microsoft no es para la UE más que una excusa con la que darle una pátina de legalidad al pillaje de los beneficios de una de las empresas más rentables del mundo.

La multa es de 561 millones de euros, pero podría haber alcanzado los 6000 millones, el 10% de los ingresos anuales de Microsoft. Es en cualquier caso curioso que Microsoft, una de las mayores empresas del planeta y miembro destacado de “la dictadura del capital”, haya sido incapaz de evitar una multa millonaria que devorará el 1% de sus beneficios. Quizá la dictadura del capital existe, pero su poder no parece demasiado impresionante comparado con el de la burocracia europea.

Tras Microsoft, la UE pondrá en su punto de mira a Google y a Apple. El caso de esta última es revelador. A pesar de respetar estrictamente la legalidad de los países en los que opera, Apple está sufriendo una campaña mediática de acoso y derribo por parte de aquellos que consideran que la empresa californiana no paga los suficientes impuestos en la UE. Se avecina un salto cualitativo en el tradicional encarnizamiento fiscal europeo. El porcentaje de impuestos que deberán pagar los ciudadanos y las empresas que operan en Europa no será ya el determinado por las leyes de cada país, sino el que los sacerdotes de la espiritualidad fiscal con sede en Bruselas, París o Madrid consideren necesario, bondadoso o equitativo en cada momento. Como ha ocurrido en el caso de Microsoft, la UE negociará a puerta cerrada con las empresas el volumen de su mordida. Volvemos a la idea de un dios caprichoso que castiga o recompensa a sus súbditos en función de su humor del momento y en base a criterios subjetivos cuando no 100% aleatorios. Si quieren el término técnico: pura y dura inseguridad jurídica.

Solo un día antes se conocía que la Comisión Europea ha reclamado a España la subida del IVA y la reforma de las pensiones. “Todavía hay margen”, añadía el euroburócrata portavoz. Y que lo diga: hasta llegar al 100% de IVA y a las pensiones griegas de 120 euros, ancha es Castilla. Las amenazas casi diarias de la Comisión Europea tienen su fiel reflejo en el ministro Montoro, un servidor público incapaz de lograr que los españoles paguen los impuestos que les corresponden pero muy capaz de amenazar de forma turbia a colectivos enteros: los tertulianos, los actores, los diputados de la oposición, los medios de prensa, los periodistas…

Resulta curioso comprobar qué es lo que tienen todos esos colectivos en común: su fácil acceso al público. Montoro no ha amenazado a notarios o a farmacéuticos o a corredores de bolsa, sino a aquellos colectivos profesionales que pueden influir en la opinión pública a través de los medios de comunicación. Parece de sentido común que lo que debe hacer un ministro de Hacienda de un estado democrático si tiene noticias de delito fiscal alguno es actuar contra los defraudadores, no amenazarles en público para que cierren la boca. Este retorno al medioevo en el que parece enfrascado el gobierno del PP con el apoyo tácito de la UE tiene su remate en una segunda amenaza, esta vez de Rajoy: la de hacer pública la lista de los mayores defraudadores españoles. En vez de actuar, como haría un gobierno democrático, por medio de fiscales e inspectores de hacienda, el gobierno le da el paseíllo a algunos de sus ciudadanos para que la turba los apedree a placer en la plaza del pueblo. Y eso después de ofrecerles una amnistía. Ejemplares en su ruindad.

Por último, quizá recuerden una noticia de hace apenas dos años que dice mucho de cuál es la idea que tienen de la profesionalidad algunos de nuestros eurócratas. Esos mismos eurócratas que luego presionan al gobierno español para que trabajemos más horas, recibamos un salario menor y paguemos más impuestos a cambio de pensiones cada año más escasas. La eurodiputada británica Nikki Sinclaire identificó y denunció en 2011 a varios de sus compañeros por aparecer los viernes en el Parlamento a primera hora de la mañana, fichar y escapar inmediatamente después al aeropuerto para volver a sus domicilios en sus países de origen. Eso permitía a esos eurodiputados cobrar una dieta extra de 300 euros por cada viernes escaqueado. Dieta que se sumaba a su salario de más de 6000 euros mensuales, a los 4300 euros con los que los eurodiputados gestionan sus despachos y a los varios extras que suelen recibir, algunos de ellos de hasta 1500 euros, y que incluyen desde gastos de viaje hasta otros tipos de pluses.

Pero el dogma de fe de la Unión Europea, al igual que el de dios o el de los redentorismos modernos, no se discute. Y eso a pesar de que las mentiras que sostienen la idea de una Europa unida no son precisamente menores que las de sus dos compañeros de viaje.

Tony Judt publicó en 2011 un breve ensayo titulado ¿Una gran ilusión? Un ensayo sobre Europa. Prueba de que el europeísmo no es más que otro dogma de fe es que Tony Judt pide perdón por adelantado en el prólogo del libro declarándose “europeo entusiasta”. Y pide perdón porque su conclusión es demoledora: Europa es una idea “deseable” pero no “posible”. Y añade:

Una Europa verdaderamente unida es algo demasiado improbable como para que insistir en ello no resulte tan insensato como engañoso. De modo que supongo que eso me convierte en un europesimista. A diferencia deJ ean Monnet, el fundador de la Comunidad Europea, yo no creo que sea prudente, ni posible, exorcizar la historia, y en ningún caso más allá de unos límites razonables, por lo que mi ensayo termina con un alegato a favor de la reinstauración parcial, o la relegitimización, de las naciones-Estado.

Como buen dogma de fe, la UE cuenta con una batería de poderosas amenazas con las que amedrentar a paganos y ateos. Como no se ha cansado de advertir Madrid a incautos viajeros independentistas catalanes, “fuera de Europa hace mucho frío”. Acabaremos creyendo que es imposible encontrar fuera de la UE un solo estado democrático, respetuoso de los derechos humanos y capaz de firmar tratados comerciales o financieros con otras naciones. EE. UU., Japón, Australia, Corea del Sur, Canadá, Brasil, India e incluso Noruega y Suiza son territorio comanche, por lo visto. Por no hablar de los diez países europeos que han rechazado adoptar el euro a pesar de formar parte de la UE, entre ellos países de impecables credenciales democráticas como Suecia, Dinamarca o Reino Unido.

Resulta también paradójico que Europa, escenario del mayor crimen de la historia de la humanidad (el Holocausto) y cuna de las dos ideologías más atroces jamás ideadas por el ser humano (comunismo y nazismo) se permita ahora el lujo de amenazar con el infierno de la ruina económica, social y política a aquellos que osan dudar de ella. Hay sectas menos estrictas. Y eso que la UE nació, teóricamente, con el objetivo de evitar las periódicas masacres que se llevaban a cabo cada pocos años y con alarmante regularidad en su seno. A eso se le llama hacer de la necesidad virtud.

¿Quién dijo que la UE no es más que una puta arrepentida reconvertida en beata coñazo? Ah, sí: yo.

En realidad, los intereses que llevaron al nacimiento de la UE no tuvieron nada de elevado. El germen de la actual UE es la CECA (Comunidad Europea del Carbón y el Acero). La CECA, un típico tratado comercial, nació en 1951 como tercera opción francesa tras el fracaso de sus opciones A y B. Lo explica con más detalle Toni Judt en ¿Una gran ilusión?

Tras la Segunda Guerra Mundial, Francia se enfrentaba a un dilema: ¿cómo reactivar su economía sin reactivar también la de Alemania? Una Alemania a la que, al mismo tiempo, Francia necesitaba como suministradora de materias primas esenciales para su industria. Este era exactamente el mismo dilema al que Francia se había enfrentado en 1918, tras el fin de la Primera Guerra Mundial. Así que los franceses optaron en 1945 por la misma solución por la que habían optado en 1918: explotar los recursos alemanes manteniendo la autonomía política y militar germana bajo mínimos. En 1918, esa solución había conducido al ascenso del nazismo y a la Segunda Guerra Mundial. En 1945, los franceses pretendían repetir la experiencia. Francia estaba pidiendo a gritos una Tercera Guerra Mundial.

Pero si los franceses no habían aprendido la lección, los británicos y los estadounidenses sí. La opción A francesa fracasó por la negativa anglosajona a convertir de nuevo a Alemania en la proveedora de materias primas a bajo coste de una futura Francia imperial. Y Francia pasó a la opción B.

La opción B era incluso más brillante que la A. Si es que eso es posible. Consistía en aliarse con la URSS para emparedar Alemania entre dos potencias hostiles. Si la opción A garantizaba una Tercera Guerra Mundial en 20 años, la B garantizaba esa misma Tercera Guerra Mundial pero en solo cuatro o cinco, con el previsible añadido final de una Europa completamente sometida al yugo comunista de la Unión Soviética. EE. UU. nos había salvado de nuestra propia incompetencia hacía apenas unos meses, pero era dudoso que estuviera dispuesto a hacerlo una segunda vez.

El resultado fue la opción C: el Plan Schuman, que regulaba la producción de carbón y acero de seis países europeos bajo la supervisión de una autoridad internacional. Y ese fue el germen de la CECA y de la actual UE. Muy idealista todo, efectivamente.

Pero nada demuestra mejor el absurdo de la UE que su Política Agraria común y su postura frente al estado del bienestar. La Política Agraria Común, que ha llegado a representar hasta el 70% del presupuesto de la CEE (en los años 70), nació con el objetivo de evitar que las grandes masas rurales desocupadas se pasaran de nuevo al fascismo o al comunismo tras la Segunda Guerra Mundial. Subvencionar una industria en declive no era más que una manera de asegurarse el voto de esas masas. La inercia y la rutina han hecho que la Política Agraria Común continúe destinando hoy en día millones de euros anuales a una industria prácticamente inexistente. El resultado no es solo el despilfarro masivo de recursos, sino esa peculiar forma de corrupción rural que consiste en cultivar determinados cereales, verduras o frutas que jamás van a ser comercializadas solo para poder cobrar la subvención de la UE.

Y no solo eso: la letanía que defiende la calidad intrínseca de los productos tradicionales de la industria alimentaria europea (el vino español, el queso francés, el aceite de oliva italiano) no es más que un mito que pretende compensar la decadencia agrícola de la UE otorgándole a sus productos los marchamos de “patrimonio cultural” y “denominación de origen”. Es la excepción cultural francesa aplicada a las patatas. Así que dejemos de engañarnos a nosotros mismos: los vinos californianos no tienen ya nada que envidiarle hoy en día a los caldos franceses y españoles.

El estado del bienestar europeo es el segundo gran mito de la Europa unida. Dice ese mito que un estado del bienestar fuerte produce estados sanos, económicamente prósperos y socialmente cohesionados. La realidad es más bien la contraria. Un estado del bienestar fuerte solo es posible en estados sanos, económicamente prósperos y socialmente cohesionados. El estado del bienestar, en definitiva, no es la causa sino el efecto. En una Europa en quiebra y con una tasa de natalidad paupérrima, el estado del bienestar es inviable. La única duda es a quién cargarán los eurócratas con el muerto de su muerte (valga la redundancia), si a los que pagan o a los que reciben. La respuesta se desarrolla cada día frente a nuestros ojos. La UE exprimirá a la clase media hasta que esta expire su último aliento. Al día siguiente, cuando ya solo queden en pie las aristocracias burocráticas europeas y una inmensa clase baja, liquidarán el estado del bienestar frente a nuestros ojos mientras el eje del planeta se traslada desde el Atlántico al Pacífico. Europa será periferia en menos de 20 años.

Pero en algo no miente la UE: la alternativa a su costosa ineficacia es el infierno. Lo demuestra el éxito en las elecciones italianas de ese populista demagogo llamado Beppe Grillo. Beppe Grillo, saludado por algunos como un necesario toque de atención al sistema, parece a primera vista un loco inofensivo con el suficiente descaro como para cantarle las verdades del barquero a ese hombre de paja llamado “los poderosos y los ricos”. En realidad, Beppe Grillo cree cosas como las siguientes:

1. Cree que las estelas de los aviones esparcen sustancias químicas que hacen que la gente se vuelva loca.

2. Cree en las sangrías como método curativo y rechaza las vacunas por peligrosas.

3. Cree que la Banca Islámica de Desarrollo regala dinero a los prestatarios que se lo merecen.

4. Cree que los judíos son una pequeña minoría árabe que robó Tierra Santa a los demás hace 2500 años.

5. Cree que los judíos controlan el mundo a través de los Illuminati, las logias masónicas, los Rockefeller y los Rothschild.

6. Cree que los judíos son los responsables de la crisis económica en Italia y en el mundo porque son los dueños de los bancos usureros.

7. Cree que los mulás de Irán representan la antigua civilización persa, la cultura más avanzada del mundo.

8. Cree que la quimioterapia del cáncer es una conspiración de Big Pharma para matar a los pacientes.

9. Cree que los organismos modificados genéticamente (OMG) y las nanopartículas nos matarán.

10. Cree que el SIDA es “la mayor mentira del siglo” y el HIV una quimera.

11. Cree que los judíos deben ser “procesados” en masa.

12. Cree que puede salvar Italia nacionalizando los bancos y cortando el comercio con la UE.

Efectivamente: Beppe Grillo es un loco. Pero falta la segunda parte de la ecuación: también es antisemita. Un loco antisemita que cree en conspiraciones judeomasónicas. Un loco antisemita que no se limita a defender la salida de Italia de la UE, sino que cree en la viabilidad de una Italia autárquica a imagen y semejanza de la España del franquismo.

Así pues, ¿qué esperanza nos queda? Dios es mentira. Para escapar de esa mentira hemos inventado los redentorismos, una especie de fe 2.0 basada a su vez en más mentiras. Beppe Grillo no es más que una excrecencia particularmente representativa de esos redentorismos contemporáneos. Y para escapar de las mentiras de los redentorismos y de los Beppe Grillo que florecen por todo el mundo para solaz de los revolucionarios de pitiminí, hemos inventado una nueva mentira cuya función es proporcionarnos una falsa sensación de seguridad mientras el barco se hunde poco a poco: la UE.

Quizá ya va siendo hora de dejarse de experimentos absurdos y de darle una oportunidad a la razón científica. A la verdad, en definitiva.

Cristian Campos, La mentira: tres modos de uso, jot down, 11/03/2013


divendres, 22 de maig del 2015

CARE ETHICS, ÈTICA DE LA CURA

Reivindicant el paper dels afectes en les decisions ètiques.

Júlia TORRES CANELA


S’anomena care ethics, (en català ètica de la cura, en castellà, “ética del cuidado” o “ética de la solicitud”) el moviment que a partir de la dècada de 1980 es va plantejar la diferent manera de tractar els problemes ètics a partir de les consideracions de gènere. Sorgida del moviment feminista, la care reivindica que la sensibilitat femenina permet una manera diferent de copsar la problemàtica moral, perquè la copsa des d’un punt de vista més proper a la intimitat i a les emocions pròpies de la “veu” femenina. Són temes bàsics de la care ethics la consideració de la diferent “veu” (per usar un mot de Carol Gilligan) que les dones tenen quan es plantegen temes de justícia i d’equitat, la reivindicació de paper de la sensibilitat a l’hora de respondre dilemes ètics i la valoració del paper de conceptes com la vulnerabilitat, la sensibilitat i la dependència.
La care és un pensament de gènere. Temes com les relacions humanes, la dependència o els sentiments van ser replantejats per les filòsofes feministes que reivindicaven el paper la cura (care) des d’un punt de vista clarament diferencialista. Segons es reivindica des d’aquesta perspectiva les dones tenen una “veu moral” diferent, per usar l’expressió de Gilligan, que les fa estar més atentes a temes com la importància dels sentiments, generalment passats per alt en tradicions filosòfiques més vinculades a una concepció del món basada en el pur poder.  
Care és un mot anglès que es pot traduir per “ocupar-se de”, o “tenir cura de”. Una tesi central de la care és que l’ètica està lligada a les condicions de vida concreta.La reflexió ètica no consisteix en una sèrie d’abstraccions intemporals o d’abstraccions sobre la justícia, sinó que està encarnada en el dia a dia, en la preocupació i en la gestió de les relacions humanes i, de manera molt especial, ha de donar resposta a les situacions de dependència. Cal pensar des del cos, des de les emocions i des de les relacions humanes. Estem, doncs, davant una moral relacional  que posa l’èmfasi en l’orientació particular de les qüestions morals. La cura moral és una acció que combina sentiments, afectes, preocupacions i relacions personals. El dolor de les persones no és una qüestió abstracta, sinó que ens incumbeix personalment.
La cura, la sol·licitud pels altres, té òbviament un element important de proximitat. Som més propensos a exercir-la en el cercle restringit dels nostres afectes i és clarament una “virtut privada”. Se la pot criticar per tenir un punt, per així dir-ho, “maternalista”. El sentiment matern (el ser mothering person, en paraules de Virginia Held), que no és necessàriament biològic, expressa prou bé el sentiment de cura. Tenim cura dels fills, dels malalts, de les petites històries de cada dia – i és allí on s’aferma la “veu moral”. El model femení del desenvolupament moral és per a la care, del tot divers al model del patriarcat. Hi ha experiències que són típicament femenines i on els afectes tenen un paper central que només poden ser compresos des d’una experiència de la vida que és radialment contrària a la del patriarcat.
Mentre els homes veuen els problemes de la justícia com abstraccions i els plantegen des dels principis morals, en les dones el debat moral té un punt fonamental de sol·licitud, d’atenció. Els homes lluiten pel poder. Les dones parlen i arriben a acords. La care ens fa adonar que al món no hi ha només un conjunt d’individus egoistes racionals (com suposen els liberals i els utilitaristes), sinó que vivim en un conjunt de relacions humanes  concretes en que la cura mútua (dels humans entre ells, però també amb la natura) basteix l’enfilall de relacions que sosté la vida. Tal com ho comenta Victoria Held: Una ètica de la justícia es concentra en qüestions d’equitat, igualtat,, drets individuals, principis abstractes i en l’aplicació efectiva d’aquests. Mentre una ètica de la justícia busca una solució equitativa entre interessos i drets individuals concorrents, una ètica de la cura copsa els interessos de tots els qui presten la cura i de tots els que la reben com a interactuant més que com a simplement concorrent. Allí on la justícia protegeix la igualtat i la llibertat, la cura encoratja i promou les relacions socials i la cooperació. (V. Held: The Ethics of Care: Personal, Political, Global. Oxford University Press, 2006, p. 15).  
Segons l’ètica de la cura, no hi ha solucions abstractes per a problemes concrets. En aquest sentit és important fer caure els confins morals (moral boundaries, en l’expressió de Joan Tronto), que limiten la careal món del privat o de l’íntim. L’ajuda informal, molt pròpia de les dones) és una eina bàsica per tal de mantenir l’equilibri dels humans i el món. Vista així, la cura és prèvia a la justícia – com el concret és previ a l’abstracte. Virginia Held defensa, fins i tot, que la cura s’hauria de considerar com la xarxa més àmplia a la qual s’haurien d’adaptar la justícia, la utilitat i la virtut.
En el mateix sentit, Joan Tronto (Moral Boundaries, 1993) proposa una definició global de care, que designa:Una activitat genèrica, que comprèn tot allò que fem per tal de mantenir, perpetuar i reparar el nostre món, de manera que hi poguéssim viure el millor possible. Aquest món comprèn els nostres cossos, nosaltres mateixos i el nostre entorn, elements que pretenem relligar en una xara complexa en sosteniment de la vida.   
La care no hauria de ser exclusiva de les dones. Reivindicar el paper de la cura no significa pronunciar-se per l’abnegació, o pel sacrifici, de les dones. Més aviat al contrari, arribar a veure l’ètica com una qüestió de responsabilitat personal i d’implicació afectiva hauria de ser bo tant per a homes com per a dones. En la cura hi ha moltes veus i molts accents. La mateixa referència que feu Nel Noddings al cared for porta implícita la referència a l’altre, a la persona veïna sense la qual l’acció moral manca de sentit.
La care no té un vocabulari moral gaire elaborat i, segurament, no el necessita. Els sentiments i la seva autenticitat no depenen d’una retòrica sinó que sovint s’encarnen millor a través de gestos i llenguatge no verbal. L’ètica que ens proposa actuar per motius de “cura” té un caire més holístic que analític i no pretén reivindicar cap punt de vista universalista (que critiquen en tant que absolutista i patriarcal). El sentit i el sentiment de l’humà s’assoleixen més aviat per la imaginació que pel raonament abstracte. La pietat, la compassió, la benevolència no són virtuts subsidiàries de la justícia suposadament imparcial. Més aviat al contrari, són experiències quotidianes fonamentals per la nostra concepció moral del món. Fer escoltar la veu de les dones i posar el gènere al centre de la reflexió moral és l’aportació central de les ètiques de la cura. Autores com Carol Gilligan, Joan Tronto, Nel Noddings, Sara Ruddick i Virginia Held ens ajuden a recordar que és el context real i relacional de l’ètica.

dimecres, 13 de maig del 2015

Publicado:  19.03.2015 13:34 Actualizado:  20.03.2015 11:46

Susan George: "Medio centenar de potentados imponen las leyes económicas de la UE"

A punto de cumplir 81 años, la portaestandarte de la lucha contra el imperio global de las grandes multinacionales ha partido en una nueva campaña contra el TTIP, el tratado delibre comercio transatlántico que denuncia como "un golpe de fuerza geopolítico" que supone "una auténtica emergencia"

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Susan George, ayer, en Madrid.Miguel García Castro
Susan George, en Madrid.

Nadie como ella nos ha alertado del peligro de la globalización económica, ni nadie nos advirtió antes: desde que publicase el primerInforme Lugano, justo antes de inicarse el siglo XXI,Susan George (Akron, Ohio, 1934) es la referencia imprescindible para todos los altermundialistas y la portaestandarte de la lucha contra el imperio planetario de las grandes corporaciones y las instituciones financieras internacionales.

Doctora en Ciencias Políticas, licenciada en Filosofía por la Sorbona y en Lengua Francesa por el Smith College, en realidad es y siempre ha sido una activista en favor de la justicia social, una escritora prolífica sobre el subdesarrollo impuesto al Tercer Mundo y una militante incansable contra las políticas del Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y las superpotencias. Cumplirá 81 años dentro de tres meses, pero sigue presidiendo el Transnational Institute de Amsterdam, es presidenta de honor de ATTAC Francia y está en plena gira mundial para presentar su última obra: Los usurpadores: cómo las empresas transnacionales toman el poder(Icaria Antrazyt).

Porque ahora está en la gran batalla de su larga vida: impedir que se instaure el Transantlantic Trade and Investment Partnership (TTIP), al que califica de "peligrosísimo coup de forcegeopolítico a nivel global" porque dejaría a los gobiernos, a los pueblos, a merced de los intereses de las grandes compañías multinacionales.

La planificación de este intento de obtener una hegemonía comercial planetaria comienza, asegura usted en su libro, hace más de 20 años con la Mesa Redonda Europea de Industriales (ERT), fundada en 1983 por 18 directores ejecutivos de grandes transnacionales europeas…

Sí, ahora ya está formada por los presidentes de 50 grandes multinacionales europeas, que controlan una facturación de 1,3 billones de euros [más que el PIB de España] y están literalmente redactando la legislación económica de Europa; les dicen a los gobiernos y a la propia Comisión Europea qué es lo que tienen que hacer. Ellos redactaron el Tratado de Lisboa, la política de la UE sobre competencia, y luego van a los gobiernos de sus países y lesvenden esa legislación. Es gente que tiene un poder tremendo detrás del escenario. Como dijo Peter Sutherland [excomisario de la UE y exdirector de la OMC, de la BP y de Goldman Sachs] "son más que un lobby porque cada uno de ellos tiene acceso a las más altas esferas del Gobierno".

Igual que Business Europe [la patronal europea formada por las patronales de 33 países], donde también están muchos de ellos y que tiene una inmensa influencia sobre la Comisión Europea. Ahí se reúnen todos, incluida la CEOE española, la MEDEF [Mouvement des Entreprises de France] y todas las demás.

Y este complot…

¡No es un complot! No quiero sugerir que existe una conspiración.

Pero es un plan premeditado…

Sí, un plan premeditado a muy largo plazo para imponer sus intereses.

…en el que participan políticos y gobernantes de uno a otro lado del espectro, de los socialdemócratas a los conservadores.

Quizás algunos de esos políticos no se dan cuenta de ello, o quizá los movimientos sociales y ciudadanos no han hecho su trabajo; o la política se ha complicado tanto que es muy difícil para las ONG hacer frente a todas las amenazas y desafíos.
Al plantear a la Comisión el secretismo de la negociación del Tratado, nos responden: "Cuando estás jugando al póker no enseñas las cartas"
Pero las organizaciones sociales sí están ahora movilizadas contra el TTIP...

Sí, y eso es fantástico, porque se trata de una auténtica emergencia.

…incluso en EEUU.

Sí, también en EEUU.

¿Y los promotores del TTIP no se dan cuenta de que todo ese secretismo con el que ocultan los detalles de la negociación en realidad está alimentando esa oposición ciudadana al tratado?

Bueno, eso nos favorece. Pero cuando le planteas ese argumento a los de la Comisión, contestan: “Cuando estás jugando al póker, no enseñas las cartas a los otros jugadores”.

Pero entonces están admitiendo que están jugando al póker, no negociando en beneficio de los ciudadanos…

Pascal Lamy nos hacía ese mismo argumento cuando estaban negociando el GATT [Tratado General sobre Aranceles y Comercio] o hablaban de la Organización Mundial de Comercio en Cancún. Christine Lagarde era la más sincera de todos ellos, nos decía: esto es todo lo que os puedo contar, y no puedo contaros más allá. Yo la respeto. Cuando fue nombrada ministra de Comercio y empezó a negociar, en sólo dos semanas se había hecho con el dominio de todo el dossier que nosotros llevábamos años estudiando. Y ahora que está al frente del Fondo Monetario Internacional resulta que el mejor de los tres integrantes de la Troika es precisamente el FMI, que ya ha producido tres informes, uno elaborado por Blanchard [Olivier, economista jefe del FMI] y otro en el que participa, que demuestran que las políticas de austeridad no funcionan.

No entiendo cómo los gobiernos no actúan en función de esa realidad, pero el trabajo teórico elaborado por el FMI es muy bueno: demuestra que la austeridad no puede hacer que una economía crezca, que sólo provoca una pérdida de empleo y lleva al estancamiento. El FMI pone todo eso por escrito y no reaccionan ni los gobiernos, ni la Comisión, ni por supuesto el Banco Central Europeo. No hay que olvidar que Draghi fue director ejecutivo para Europa de Goldman Sachs…

Sí, y De Guindos, nuestro ministro de Economía, era miembro del Consejo Asesor de Lehman Brothers para Europa…

¡Vaya!, así que los españoles saben bastante de lo que estoy hablando.
"Si se aprueba, el TTIP es un tratado que estará por encima de las leyes nacionales, incluso de la Constitución de cada país firmante"
Volviendo al TTIP, usted sostiene que si se aprueba será como un paraíso para las multinacionales. ¿No cree que los gobiernos pueden poner cortapisas y controles para evitarlo, incluso si se aprueba?

No, tal como ahora está planteado el tratado. Los gobiernos nacionales sólo podrían decir  o no; sólo tendrían la posibilidad de retirarse, de no firmarlo. Y no es muy probable que lo hagan si no hay una mayoría que lo hace. No tendrían la posibilidad de enmendar esto o aquello. Y si se firma, queda aprobado y será muy difícil dar marcha atrás. Porque es un tratado que estará por encima de las leyes nacionales, incluso de la Constitución de cada país firmante.

Bueno, en principio nada puede quedar por encima de la Constitución...

Sí que puede. El tratado sobre los tratados rubricado en Viena en 1969 es muy claro y se ha convertido ya en derecho consuetudinario: que los tratados internacionales sobrepasan a las leyes nacionales, incluidas las Constituciones. Por tanto, si no te gusta, no firmas, pero una vez firmado ya no puedes hacer nada para corregirlo.

¿Cómo conoce el contenido del tratado si se ha mantenido bajo siete llaves?

Bueno, no conocemos los detalles de lo negociado. No sabemos qué es lo que Europa está tratando de salvaguardar, sólo lo que nos cuentan desde la Comisión Europea, y eso muy a menudo no es más que una sarta de mentiras. Pero sí sabemos lo que EEUU busca, sí sabemos que en 3.200 tratados bilaterales de inversión incluyen la cláusula ISDS, la de resolución de disputas y diferencias entre los inversores y los Estados. No cabe duda de que tanto EEUU como la UE quieren incluirla. Sabemos que las grandes compañías a ambos lados del Atlántico han estado discutiendo esto durante veinte años. Por tanto, sabemos qué es lo que quieren, y quieren estar al mando de las regulaciones y deshacerse de muchas de las reglamentaciones públicas en vigor.

Y las corporaciones norteamericanas han escrito cartas –que son de dominio público– a su Departamento de Comercio, instruyendo a sus negociadores: queremos esto y lo otro, como eliminar el principio de cautela [el que impide acciones industriales si no hay consenso científico sobre la posibilidad de que cause perjuicios a la población o al medio ambiente]; como levantar las restricciones a las exportaciones de los productos genéticamente modificados, especialmente los alimentos transgénicos; como acabar con la competencia de los medicamentos genéricos frente a los fármacos de marca…

En Europa, mediante la Directiva de Substancias Peligrosas, se han prohibido 1.200 productos químicos por el riesgo que presentan a la salud o el entorno. En cambio, en EEUU desde que en 1976 se aprobó la Ley de Sustancias Tóxicas sólo se han prohibido ¡doce productos en total! Por tanto, si firmamos el tratado, dudo mucho que la UE pueda impedir la importación de los productos norteamericanos que contienen esas 1.188 sustancias peligrosas. Además, nos ocultan la información sobre ese tipo de detalles del acuerdo, así que podemos inferir lo que realmente quieren hacer. La brecha, el abismo, que hay entre nuestras regulaciones y las de EEUU es inmensa.
"Con estos tratados, EEUU se colocaría en el eje de un bloque comercial gigante que controlará dos tercios del PIB del mundo y casi tres cuartas partes del comercio mundial" 
Usted afirma que este tratado de libre comercio se ha estado planificando durante los últimos veinte años. En todo este tiempo, ¿todos los gobiernos europeos implicados, de uno u otro signo político, han colaborado en ese plan para que las multinacionales usurpen el poder?

No estoy muy segura de que los gobiernos estén siempre informados de todo lo que se está negociando, por mucho que el diálogo transatlántico se pusiera en marcha por iniciativa del Departamento de Comercio de EEUU y de la Comisión Europea, en 1995, y los gobiernos deberían estar informados desde entonces. Voy a darle un ejemplo: en 1987-88 estábamos luchando contra el Acuerdo Multilateral sobre Inversiones [de la OCDE] y como hicimos mucho ruido, Lionel Jospin, que era entonces el primer ministro socialista de Francia, acabó reconociendo que no era consciente del contenido de ese acuerdo porque el Gobierno francés había colocado a técnicos muy jóvenes, treintañeros, en el equipo negociador. Los gobiernos son entidades muy grandes y tienen determinadas prioridades, como conseguir la reelección, así que a menos que la ciudadanía haga mucho ruido, si hay asesores que argumentan que un tratado va a servir para generar puestos de trabajo, los gobernantes acaban por dar el visto bueno sin conocerlo de verdad.

¿Cómo podrían contraatacar China y otros países del BRIC [Brasil, Rusia e India] si los dos tratados de libre comercio con EEUU acaban siendo rubricados?

Eso va a ser muy interesante. Si se aprueban, EEUU se situará en el eje de un bloque comercial gigante, con 12 países asiáticos, incluidos Japón y Australia, en un lado, y la UE en el otro. Lo que supondrá concentrar dos terceras partes del PIB mundial y casi tres cuartas partes del comercio global, para contar con una potencia económica estratégica que ahora no tiene. Entonces serán incluso capaces de decir a China que tiene que hacer lo mismo que se dispone en el tratado o quedará marginada. Todos los países del BRIC están al margen del TTIP y el TTP [Acuerdo Comercial Transpacífico], por tanto esto sería un auténtico coup de force [golpe de fuerza, normalmente militar] geopolítico a nivel global.

¿Un golpe de Estado mundial?

No, no tanto. No lo quiero calificar así. Un coup de force.
"Muchos expertos hablan ya de que se está fraguando un crisis 'a la española' en China: una burbuja inmobiliaria que podría ser enormemente destructiva"
En cualquier caso, la capacidad financiera y comercial de China es tan grande que parece difícil que un nuevo bloque como el que pretende crear EEUU pueda llegar a arrinconarla.

Bueno, yo no soy economista, pero muchos expertos están hablando ya de que se está fraguando una crisis a la española en China: una burbuja inmobiliaria que podría ser enormemente destructiva y que obligaría a Pekín a regresar al aislacionismo. Sé que tienen tres billones de dólares en sus reservas de divisas, pero no sé si eso les bastará para aguantar la presión.

¿Entonces, el nuevo bloque capitaneado por EEUU pretende neutralizar el poderío económico emergente de los BRIC?

Sí, se trata de eso. No creo que las multinacionales estén pensando en ello, pero sin duda el Gobierno de Washington, sí. Y los gobiernos europeos están justificando el tratado en términos geoestratégicos, porque ya se ha demostrado que el TTIP hará que Europa pierda 600.000 puestos de trabajo y condenará a la UE al estancamiento económico. Así que su único argumento es como aquel de los presidentes estadounidenses que decían: “Lo que es bueno para la General Motors es bueno para EEUU”. Porque no existen ya justificaciones económicas, ni sociales ni morales para defenderlo. De eso no cabe la menor duda.

¿Cómo se puede detener su aprobación?

Sumándonos al movimiento ciudadano, publicando estos argumentos, diciéndole a la gente que tiene que movilizarse para detener el TTIP en España… el 18 de abril es una fecha grande del movimiento contra el TTIP en toda Europa. Hay que hacer que la gente esté informada.

¿La movilización ciudadana hará reaccionar a los gobiernos y a la Comisión?

Oh, sí. En realidad ya han reaccionado. Ya están a la defensiva. Ya han nombrado al vicepresidente holandés de la Comisión, Frans Timmermans, para coordinar todos los aspectos del tratado, que hasta ahora estaban siendo negociados por separado por los comisarios de cada uno de los ámbitos implicado: agricultura, sanidad, empleo, comercio... Ahora están coordinando su política porque ven que tienen que hacer una ofensiva general para sacarlo adelante. Antes, trataban a los ciudadanos como niños y les planteaban argumentarios pueriles para defender lo indefendible. Y les sorprendió que sus esfuerzos propagandísticos no tuvieron éxito. Eso es una buena señal.

No hago más que dar malas noticias, pero debo terminar dando una buena: esta batalla la podemos ganar. Sólo tenemos que estar unidos. Porque este tratado contiene elementos como para que todos lo odiemos: trabajadores, agricultores, sanitarios, educadores, consumidores, empleados, parados… ¿Queremos estar en un tratado según el cual las multinacionales pueden querellarse contra un Gobierno que suba el salario mínimo, como le ocurrió a Egipto?